jueves, 25 de junio de 2009

“La maldición de Laurinaga”

(Versión de Melanie Deus Giraldo)

En el siglo XV, don Pedro fue nombrado señor de una de las islas afortunadas llamada Fuerteventura. Don Pedro era un hombre valiente, bueno tanto en la guerra como en el amor y ya que era bastante apuesto no era de extrañar que tuviera locas a las indígenas guanches. Al poco tiempo de estar en Fuerteventura contrajo matrimonio con doña Constanza con la que tuvo 14 hijos sin contar con los otros hijos ilegítimos (bastardos) que tenía con las que habían sido sus amantes.
Uno de sus hijos legítimos llamado don Luis, había sacado todos los defectos de su padre pero ninguna virtud. Era un cobarde, malo en la guerra y le divertía engatusar a las jóvenes indígenas, las cuales le veían como a un héroe. Cierto día, el joven Luis se encaprichó de una joven muchacha que había sido bautizada como cristiana. La muchacha se llamaba Fernanda. A la joven don Luis no le disgustaba, pero no estaba dispuesta a dañar su reputación. Sin embargo, aceptó la invitación de don Luis a un día de campo; éste se las apañó para estar a solas con la muchacha. Comieron bajo un olmo, dieron un largo paseo con una charla bien entretenida, y al rato se sentaron a descansar debajo de otro árbol. El joven ya cansado de formalidades, quiso sobrepasarse. La muchacha pedía socorro pero no parecía que la oyera nadie. De repente, un campesino aborigen que vio la situación de la joven, salió a ayudarla. A don Luis esto no le gustó y sacó una navaja, intentando clavársela. Por suerte el campesino logró arrebatársela y lleno de ira quiso matarlo como venganza. En ese momento llegó don Pedro y de un golpe lo mató. De entre los matorrales salió una anciana, que había oído los gritos del campesino, su hijo. La anciana llena de indignación quiso saber quién había sido el responsable de la muerte de su hijo y para su sorpresa resultó ser don Pedro, quien había sido su amante y con quien tuvo un hijo ilegítimo,… un hijo que él acababa de matar.
La anciana le dijo que ella era Laurinaga, una de sus antiguas amantes, y que el campesino que había matado era su propio hijo. Después , llena de ira, alzó los ojos al cielo, como invocando a los dioses guanches y le echó una maldición a don Pedro y a toda la isla. Desde entonces en la isla verde y fructífera, las flores se secaron y la tierra ya no daba nada y los fuertes vientos del Sáhara empezaron a soplar en Fuerteventura. Y según la maldición, Fuerteventura algún día desaparecerá del mapa para siempre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario